lunes, 2 de diciembre de 2013

Esto ya no es lo que era


Primer Clásico de la temporada. Primer Clásico de la era "post Mou". El partido por excelencia del fútbol español prometía eso, ser sólo fútbol. Por primera vez en años, los focos de atención se ceñían única y exclusivamente al tapiz del césped. El espectáculo estaba en el terreno de juego, y la mirada mediática no veía especial interés en girar la vista hacia los banquillos más de la cuenta.

Sin embargo, el espectáculo dejó mucho que desear en cuanto a lo deportivo. Ancelotti salió con un planteamiento táctico que bien recuerda a cierto portugués, posicionando a Sergio Ramos como mediocentro. ¿El objetivo? Que la pérdida de balón del F.C. Barcelona llegase unos metros más adelante, lo que ocasionase contras más rápidas de los velocistas merengues en tres cuartos. La buena salida de balón del sevillano servía como plus para reconocer el acierto de esta idea. Sobre el papel, el planteamiento no era malo. Minutos después de conocerse los onces, sobre el terreno de juego, todo distaba mucho de los apuntes de la libreta de Carletto.

El Real Madrid se dedicó durante toda la primera mitad a perseguir el balón, y a tocar cuando la posesión era suya sin criterio alguno. Los merengues no tiraron entre los tres palos en los 45 primeros minutos. Un disparo de Gareth Bale desde su casa al segundo anfiteatro del Camp Nou fue lo más destacado. A propósito del galés, y sin que sirva a modo de prejuicio: los primeros compases del ex de los Spurs no deja especial cabida a la esperanza a la rentabilidad deportiva de su fichaje. Esos 100 millones de euros todavía parecen muy lejanos a lo que se espera de un futbolista de tal condición.

Hecha la crítica al Real Madrid, es de esperar que el Barcelona hiciese herida de estos síntomas, y más conociendo la prosperidad y los éxitos del último lustro culé. Pues bien, ni mucho menos eso. Lejos de esa realidad, el Barça no controló el juego en el medio del campo. Un Xavi desaparecido, al que este nuevo planteamiento del Tata Martino, ese deseo de empezar a jugar sin la pelota, tiene en el 6 a su principal damnificado. Una versión muy desdibujada de Iniesta, que mucho dista del futbolista que hace un año era, no favorece a un juicio mucho más halagador de este inicio de temporada barcelonista. Si a eso le sumamos un Messi, que recién recuperado de una lesión, se ve obligado por primera vez en tres años a jugar sin total libertad, escorado a la derecha, y dedicado a la tarea de fijar centrales y ensanchar el campo por esa zona, apaga y vámonos. 
La nota positiva: Neymar, sin duda. El crack brasileño empieza a despuntar y a hacer honra del cartelito de estrella con el que vino del país de la Samba. Por momentos, el Camp Nou pareció estar desnivelado por esa banda derecha. Las llegadas blaugranas (que no fueron tampoco excesivas), tenían por norma venir precedidas por ese extremo, con Neymar a la cabeza de ellas. Así llegó el gol. Perfecta simbiosis de calidad y fortuna. Diego López ni la vio venir. 

Hasta ahí lo acontecido en la primera parte. Porque no merece más atención. Ya en la segunda, el argumento de la película cambió bastante. Durante los siguientes treinta minutos, el Barcelona desapareció, y dejó espacio a un Real Madrid mucho más valiente. La amarilla que vio Ramos dejó cantada la "crónica de un cambio anunciado". El actual capitán blanco abandonó el campo para dejar paso el talento y la juventud de Asier Illarramendi. Y la cosa cambió. Por momentos, pareció estar sobre el campo aquel que lleva tanto tiempo lesionado, que ya muchos creen haberse olvidado de cómo juega. Pero eso no es así. Illarra lo emula cada minuto que disputa con la zamarra blanca. Fue el revulsivo, sin duda. 
La revolución continuó con la entrada de Benzemá. Doblemente positivo su ingreso en el campo: primero, por la necesidad de un 9 puro fijando centrales, y sobre todo, dejando total libertad a un Cristiano que no dio pié con bola hasta el momento, lastrado por las obligaciones de un delantero centro sin compañía. Quien siga pensando que el bueno de CR es una opción viable a la punta del Real Madrid, que se vaya borrando la idea de la cabeza.
Con ellos, el partido cambió de curso. Llegaron las ocasiones. Y llegó Undiano Mallenco.

Resulta ridículo hablar de si el árbitro favoreció a un equipo o a otro. La cosa va más allá. El colegiado se comió dos penaltis como dos catedrales, uno en cada área. Ambas jugadas de una claridad tan exagerada, que dan que pensar en la necesidad de una limpieza en los colegios arbitrales. 
Más allá de eso, de lo que hay que hablar, porque es actualidad, vayamos a lo que prima, que es el fútbol.

Grandes minutos de Karim. El francés se paseaba por el césped del Nou Camp como pececillo en el mar. El Madrid asumía cada vez más riesgos, y era más valiente. En una de éstas, Benzemá se sacó un espectacular disparo desde fuera del área, combinación de potencia y buena colocación. Teledirigido a la mismísima historia, no sabemos si por una racha de viento, o por un mosquito que paseaba por el lugar, el cuero rebotó en el travesaño, e hizo contener el aliento a las miles de almas de la grada. 
Entraría Jesé, por un correcto Di María, que no deslumbró, pero dio la cara, como bien viene haciendo últimamente. Los blancos se volcaban, y tras llevar unos minutos sobre el césped, Alexis se sacó una obra de arte de la chistera. Potencia en la arrancada, agilidad en el recorte a Varane, pausa para tomarse esa milésima de segundo para pensar, y calidad a raudales para poner una perfecta vaselina sobre la figura de Diego López, ridiculizada ante una salida obligada, que se convierte en espectador de lujo para ver cómo el balón se cuela en su meta, con la frustración de quien nada puede hacer para evitarlo. Nadie sabe qué tendrá este chileno, pero es tener al madridismo enfrente, y contar sus intervenciones por actuaciones de prestigio, de las que firman contratos.
Anecdótico fue el gol de Jesé, para maquillar el resultado. Sprint majestuoso de Cristiano, incansable, quedando diez minutos y sabiendo que de poco iba a servir, pero que con el orgullo de los grandes, recorre más de 30 metros para servir un balón con paño de oro al canterano, que entra como un rayo por el otro extremo del área, y bate por bajo a Valdés. Cuarto de hora jugó el canario, y no necesitó más para reivindicar cada vez más y más minutos sobre el campo.



Victoria pues, del F.C. Barcelona. ¿Merecida? Puede que sí, aunque el Madrid tampoco mereció perder. Sólo queda claro una cosa: el estado de forma de ambos equipos dista mucho de lo necesario para optar al podio del fútbol europeo. O mucho cambian las cosas en los próximos meses, o se antoja una edición de Champions muy negra para ambos conjuntos.

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