Primer Clásico de la temporada. Primer Clásico de la era "post Mou". El partido por excelencia del fútbol español prometía eso, ser sólo fútbol. Por primera vez en años, los focos de atención se ceñían única y exclusivamente al tapiz del césped. El espectáculo estaba en el terreno de juego, y la mirada mediática no veía especial interés en girar la vista hacia los banquillos más de la cuenta.
Sin embargo, el espectáculo dejó mucho que
desear en cuanto a lo deportivo. Ancelotti salió con un planteamiento táctico
que bien recuerda a cierto portugués, posicionando a Sergio Ramos como
mediocentro. ¿El objetivo? Que la pérdida de balón del F.C. Barcelona llegase
unos metros más adelante, lo que ocasionase contras más rápidas de los
velocistas merengues en tres cuartos. La buena salida de balón del sevillano
servía como plus para reconocer el acierto de esta idea. Sobre el papel, el
planteamiento no era malo. Minutos después de conocerse los onces, sobre el
terreno de juego, todo distaba mucho de los apuntes de la libreta de Carletto.
El Real Madrid se dedicó durante toda la
primera mitad a perseguir el balón, y a tocar cuando la posesión era suya sin
criterio alguno. Los merengues no tiraron entre los tres palos en los 45
primeros minutos. Un disparo de Gareth Bale desde su casa al segundo anfiteatro
del Camp Nou fue lo más destacado. A propósito del galés, y sin que sirva a
modo de prejuicio: los primeros compases del ex de los Spurs no deja especial
cabida a la esperanza a la rentabilidad deportiva de su fichaje. Esos 100
millones de euros todavía parecen muy lejanos a lo que se espera de un
futbolista de tal condición.
Hecha la crítica al Real Madrid, es de
esperar que el Barcelona hiciese herida de estos síntomas, y más conociendo la
prosperidad y los éxitos del último lustro culé. Pues bien, ni mucho menos eso.
Lejos de esa realidad, el Barça no controló el juego en el medio del campo. Un
Xavi desaparecido, al que este nuevo planteamiento del Tata Martino, ese deseo
de empezar a jugar sin la pelota, tiene en el 6 a su principal damnificado.
Una versión muy desdibujada de Iniesta, que mucho dista del futbolista que hace
un año era, no favorece a un juicio mucho más halagador de este inicio de
temporada barcelonista. Si a eso le sumamos un Messi, que recién recuperado de
una lesión, se ve obligado por primera vez en tres años a jugar sin total
libertad, escorado a la derecha, y dedicado a la tarea de fijar centrales y
ensanchar el campo por esa zona, apaga y vámonos.
La nota positiva: Neymar, sin duda. El
crack brasileño empieza a despuntar y a hacer honra del cartelito de estrella
con el que vino del país de la
Samba. Por momentos, el Camp Nou pareció estar desnivelado
por esa banda derecha. Las llegadas blaugranas (que no fueron tampoco
excesivas), tenían por norma venir precedidas por ese extremo, con Neymar a la
cabeza de ellas. Así llegó el gol. Perfecta simbiosis de calidad y fortuna.
Diego López ni la vio venir.
Hasta ahí lo acontecido en la primera
parte. Porque no merece más atención. Ya en la segunda, el argumento de la
película cambió bastante. Durante los siguientes treinta minutos, el Barcelona
desapareció, y dejó espacio a un Real Madrid mucho más valiente. La amarilla
que vio Ramos dejó cantada la "crónica de un cambio anunciado". El
actual capitán blanco abandonó el campo para dejar paso el talento y la
juventud de Asier Illarramendi. Y la cosa cambió. Por momentos, pareció estar
sobre el campo aquel que lleva tanto tiempo lesionado, que ya muchos creen
haberse olvidado de cómo juega. Pero eso no es así. Illarra lo emula cada
minuto que disputa con la zamarra blanca. Fue el revulsivo, sin duda.
La revolución continuó con la entrada de
Benzemá. Doblemente positivo su ingreso en el campo: primero, por la necesidad
de un 9 puro fijando centrales, y sobre todo, dejando total libertad a un
Cristiano que no dio pié con bola hasta el momento, lastrado por las
obligaciones de un delantero centro sin compañía. Quien siga pensando que el
bueno de CR es una opción viable a la punta del Real Madrid, que se vaya
borrando la idea de la cabeza.
Con ellos, el partido cambió de curso.
Llegaron las ocasiones. Y llegó Undiano Mallenco.
Resulta ridículo hablar de si el árbitro
favoreció a un equipo o a otro. La cosa va más allá. El colegiado se comió dos
penaltis como dos catedrales, uno en cada área. Ambas jugadas de una claridad
tan exagerada, que dan que pensar en la necesidad de una limpieza en los
colegios arbitrales.
Más allá de eso, de lo que hay que hablar,
porque es actualidad, vayamos a lo que prima, que es el fútbol.
Grandes minutos de Karim. El francés se
paseaba por el césped del Nou Camp como pececillo en el mar. El Madrid asumía
cada vez más riesgos, y era más valiente. En una de éstas, Benzemá se sacó un
espectacular disparo desde fuera del área, combinación de potencia y buena
colocación. Teledirigido a la mismísima historia, no sabemos si por una racha
de viento, o por un mosquito que paseaba por el lugar, el cuero rebotó en el
travesaño, e hizo contener el aliento a las miles de almas de la grada.
Entraría Jesé, por un correcto Di María,
que no deslumbró, pero dio la cara, como bien viene haciendo últimamente. Los
blancos se volcaban, y tras llevar unos minutos sobre el césped, Alexis se sacó
una obra de arte de la chistera. Potencia en la arrancada, agilidad en el
recorte a Varane, pausa para tomarse esa milésima de segundo para pensar, y
calidad a raudales para poner una perfecta vaselina sobre la figura de Diego
López, ridiculizada ante una salida obligada, que se convierte en espectador de
lujo para ver cómo el balón se cuela en su meta, con la frustración de quien
nada puede hacer para evitarlo. Nadie sabe qué tendrá este chileno, pero es
tener al madridismo enfrente, y contar sus intervenciones por actuaciones de
prestigio, de las que firman contratos.
Anecdótico fue el gol de Jesé, para
maquillar el resultado. Sprint majestuoso de Cristiano, incansable, quedando diez
minutos y sabiendo que de poco iba a servir, pero que con el orgullo de los
grandes, recorre más de 30
metros para servir un balón con paño de oro al
canterano, que entra como un rayo por el otro extremo del área, y bate por bajo
a Valdés. Cuarto de hora jugó el canario, y no necesitó más para reivindicar
cada vez más y más minutos sobre el campo.
Victoria pues, del F.C. Barcelona.
¿Merecida? Puede que sí, aunque el Madrid tampoco mereció perder. Sólo queda
claro una cosa: el estado de forma de ambos equipos dista mucho de lo necesario
para optar al podio del fútbol europeo. O mucho cambian las cosas en los
próximos meses, o se antoja una edición de Champions muy negra para ambos
conjuntos.
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